Elogio de “los falsos”

Por Florencia Saintout. Decana de la Facultad de Periodismo de La Plata. Publicada en Miradas al Sur

En estos días, impulsado por los panelistas y la producción del programa 6-7-8, se ha dado un debate más sobre el periodismo, sus alcances, sus límites, su estatuto. A partir del experimento (experimento como experiencia de separarse del interior; de ensayo, tentativa, tanteo…) de la producción de este programa cambiando su logo por el de la cadena norteamericana CNN aparecen nuevas/viejas reflexiones y dudas sobre la comunicación.

Hay un solo lugar donde no existen las dudas, y es en la condena a las expresiones de los entrevistados por autoritarias, antidemocráticas y antinacionales (ahora que la nación, puede decirse, es esta carnadura/ideario de todos y todas). Luego, el debate, en el contexto de una Argentina donde el periodismo finalmente está en cuestión, y no es una cuestión sólo de los periodistas.

Vamos por partes. Por partes que deberían ser articuladas para poder pensar complejamente, que de eso se trata. No de manera lineal. No de manera binaria. Porque la realidad (sea lo que sea) demanda explicaciones a contrapelo, atenta a continuidades, rupturas, pero también tensiones y contradicciones.

Parte 1: “Los falsos”. Clarín y La Nación –y los mismos panelistas de 6-7-8– hablan de “falsos noteros”. Debo decir que conozco a algunos de ellos y que no son nada falsos. Que son reales. Que pusieron el cuerpo en muchas ocasiones en que fue necesario y en una oportunidad los golpearon, justamente por ponerlo. Cuando la nota llegó a la pantalla, es decir, al público, nada estaba escondido. El proceso de producción y edición estaba al desnudo. No hubo engaño. El público tuvo absolutamente clara la operación por la cual podía llegar a conocer que una parte de la población le pide a la CNN que Estados Unidos, por ejemplo, intervenga la Argentina, o que Cristina (a seis meses de ganar con el 54% de los votos) se debería ir.

Parte 2: La táctica. Hablo de la táctica de la producción de enmascarar un cubo para llegar a develar una verdad más aterradora: la de que hay hombres y mujeres que quieren un mundo para pocos y que están dispuestos a jugarse en ello.

Me gusta más la lógica decertiana (de Michel De Certeau, valga la aclaración si estoy inventando un adjetivo) de pensar en términos de la táctica del débil como un modo de escamotear un poder opresivo, como un modo de hacerle trampa en la estrategia final de desmontarlo, que la de la ética de los fines. La táctica ubica en el contexto del poder. La ética de los fines puede ser pensada en sí misma, más cuando se enuncia de manera tan banal como “¿vale hacer cualquier cosa si el fin lo necesita?”. Dicho así, sin historia, sin poder, sin sujetos, nadie jamás puede ser justo a la hora de encontrar una respuesta.

Parte 3: La ética. Bienvenida una discusión sobre el periodismo y la ética en la Argentina. Y bienvenido que sea un programa en la –en esta– Televisión Pública quien esté dispuesto a dar ese debate y lo ponga en la Agenda. Bienvenidos los debates y combates sobre dónde ubicar el bien y el mal, porque durante mucho tiempo en la Argentina la derecha ha sido la única clasificadora del mal, ubicándolo sobre los condenados de la tierra. Es hora de poner el mundo al revés.

Parte 4: La CNN y sus públicos. Una vez más, queda claro que los medios no son sólo medios, es decir, no son sólo instrumentos que reflejan lo que pasa, sino que entre muchas otras cuestiones son actores con intereses políticos y económicos. Que crean discursos, que modelan hechos y que modelan públicos. ¿Cómo es posible no darse cuenta de ello cuando de acuerdo a quien sea el que hace la entrevista el entrevistado responde de manera completamente distinta?

Y qué tremendo que el público de la cadena estadounidense más vista sea tan escandalosamente antidemocrático. ¿Será posible que alguien luego de esto siga creyendo en su inocencia? Porque no es lo mismo tener opiniones distintas, ser opositor u oficialista, que ser autoritario. Y el público de la CNN, moldeado también entre otros por la CNN, es un público autoritario. Los públicos se construyen, y en esa construcción participan los medios que deberían hacerse cargo del tipo de público que están haciendo. Lanata, por ejemplo, no es inocente de tener a Pando y a todos los pando del país de ferviente público. No hay allí inocencia.

Valga entonces, creo yo, la operación de desmontaje.

Parte 5: Todo esto, y muchas partes más, sólo valen si se las pone en el debate común, en el que muchas veces andamos a tientas porque estamos en un mundo que se transforma, y en un periodismo que ha dejado de ser propiedad privada para ser un asunto público. Bienvenidos a pensar en las contradicciones y las emancipaciones.