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sábado, 9 de junio de 2012

Abortar el avanzado Plan Nuclear Argentino ¿otra de las patas que nos llevaron a la Guerra de Malvinas?


Por: Diego Gómez / Publicado en Tiempo Argentino

Desde la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica por el General Perón en 1950, los progresos nacionales del sector nuclear recorrieron un rápido y exitoso camino.

La Argentina, previo a la Guerra de Malvinas, había alcanzado el dominio de diversas tecnologías del ciclo de combustible nuclear que posicionaban a la nación en la vanguardia mundial. Por aquella época sólo poseían dichas tecnologías y podían utilizarlas soberanamente EE UU, URSS, Francia, China e Inglaterra (los cinco países con poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU). Los documentos desclasificados del Departamento de Estado norteamericano revelan que abortar el avanzado Plan Nuclear Argentino se había transformado en la prioridad de Washington. La Guerra de Malvinas marca un quiebre y el desarrollo nuclear en la Argentina entraría en una fase de declinación primero y desmantelamiento después, presupuestos mínimos y abandono de proyectos. La llegada en 2003 de Néstor Kirchner al Ejecutivo Nacional pone fin a 20 años de desidia en un sector estratégico para la soberanía nacional, estableciendo la continuidad en el desarrollo científico tecnológico, que en materia de energía nuclear, no es fácil de lograr para los países como el nuestro, debido a las trabas que las potencias mundiales imponen, con el objeto de monopolizar dicha tecnología.


Los documentos desclasificados del Departamento de Estado norteamericano revelan que, previo a la Guerra de Malvinas, abortar el avanzado Plan Nuclear Argentino se había transformado en una verdadera obsesión para los Estados Unidos. El impulso que el vicealmirante Castro Madero, durante sus años a cargo de la CNEA, estaba impartiendo al sector y su convicción de no ceder un tranco de pollo en cuanto a la autodeterminación argentina en política nuclear ante las presiones foráneas, se habían vuelto un verdadero dolor de cabeza para Washington. 
En todo informe referido a la Argentina que elaboraba EE UU por aquellos años la cuestión nuclear se encuentra en el foco de los intereses, a modo de ejemplo, el paper fechado el 1-8-77 del Departamento de Estado al Secretario Todman para ponerlo en situación con motivo de su visita a la Argentina arranca así: “Punto 1. Definición del problema - La no proliferación es uno de los mayores intereses de los EE UU en nuestro país. Argentina cuenta con importantes reservas de uranio y un ambicioso programa de energía nuclear. Tiene la capacidad nuclear más avanzada en toda Latino América y es el país con mayor potencial para alcanzar la autonomía completa en el ciclo de combustible nuclear. Los esfuerzos estadounidenses para prevenir la proliferación en Brasil, y América Latina en general, dependen fundamentalmente de la aceptación de la Argentina a todas las salvaguardias (a las que Argentina muestra reticencias) y el aplazamiento de su programa de reprocesamiento de combustible del sistema. La Argentina ha firmado el tratado de Tlatelolco pero no lo ha ratificado... Punto III - Nuestra posición - Nuestros servicios de inteligencia creen que la Argentina está avanzando muy rápidamente hacia la autonomía, sin salvaguardias, en su capacidad de reprocesamiento. Creemos que esta es una posibilidad lo suficientemente peligrosa como para justificar nuestras consideraciones en la no transferencia de tecnología....” (Ver imagen “Specific objectives of assistant secretary Todman’s trip 1-8-77”). 
Esta actitud restrictiva en materia de transferencia de tecnología nuclear tuvo una consecuencia no buscada por ellos, obligó a la Argentina a desarrollar por sí misma las técnicas y equipos que se le negaban. Otros efectos no deseados a partir del distanciamiento de la administración Carter para con la Argentina se reflejan en el paper elaborado con motivo de la visita del embajador Gerard Smith en marzo del ’80, dice: “Los esfuerzos soviéticos por estrechar lazos con argentina tomando ventaja de las tensiones entre EE UU y Argentina por cuestiones de Derechos Humanos y en el campo nuclear se han intensificado (...) una misión soviética arribó a Buenos Aires y se trataron temas como (...) intercambio del delegaciones militares (...) una invitación soviética para enviar a Moscú una delegación para tratar políticas nucleares (...) posible oferta de avanzado equipamiento militar e incremento de la cooperación nuclear (...) una delegación de la CNEA estará en Moscú durante su visita a la Argentina (...) debemos buscar la forma de reabrir canales de diálogo en el problema de la proliferación nuclear (...) Argentina podría dominar en forma autónoma el ciclo de combustible nuclear tan pronto como para 1983....”. Vale decir que este documento se ha desclasificado en forma parcial, el punto 4.C del mismo, donde se desarrolla la temática nuclear en referencia a la Argentina ha sido eliminado (ver imagen “Visita del Embajador Gerard Smith 24-26 de marzo 80”). 
El 20 de enero de 1981, Ronald Reagan asumiría la presidencia de los Estados Unidos y para fines de ese mismo año, el según ellos, militar más amigo de la Casa Blanca lo haría en Argentina, ambos buscarían revertir la situación anterior y se jugarían en la misma mesa de negociaciones la intervención militar Argentina en América Central y Bolivia, flexibilidad en Derechos Humanos, proliferación nuclear y apoyo de los EE UU en las cuestiones del Beagle y Malvinas. Pocos días antes del inicio de la guerra de Malvinas llegaba el Subsecretario norteamericano de Asuntos Latinoamericanos Thomas Enders a la Argentina, y en el paper elaborado con motivo de dicha visita por el embajador en Buenos Aires Shlaudeman, reflejaba que la principal diferencia de los EE UU con la Argentina continuaba siendo la cuestión nuclear “.....el Gobierno Argentino continua en el movimiento de países no alineados impulsado por la necesidad de protección en foros internacionales de Derechos Humanos y buscando apoyo en la cuestión Malvinas y en los problemas del Beagle. Nuestra principal diferencia está en el campo nuclear....” (ver “Travel of Assistant Secretary Enders Overview of Argentina 3-3-82”) el resto de las cuestiones estaban en un segundo plano y de alguna forma, según expresan, las discrepancias eran salvables. 
El diario La Nación, apoyando la postura estadounidense, titulaba en tapa del 9 de marzo de 1982, acompañando el análisis de los temas tratados en la reunión del día anterior entre Enders y Galtieri, lo siguiente “Washington – Objeciones al Plan Nuclear Argentino” y sigue, “El gobierno advirtió hoy a la Argentina que no reconoce distinciones entre armas nucleares y explosiones nucleares pacíficas. El vocero de Departamento de Estado, Dean Fisher formuló esta precisión con motivo de un editorial del diario Washington Post que atribuyó a periodistas norteamericanos haber opinado que la Argentina esta al borde de ser una potencia nuclear.....a la luz de recientes declaraciones del presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica de ese país, Almirante Castro Madero en el sentido de que su país pudiera usar explosiones nucleares para fines pacíficos como por ejemplo la minería y la construcción de canales. Fisher dijo: “No tengo ninguna información especial de que la Argentina construirá un artefacto nuclear pero...” ( ver imagen “9 de marzo de 1982, Tapa La Nación”). Detalle aparte, es que La Nación se refiere a “El gobierno” por el norteamericano y a “de ese país” y “su país” cuando alude a la Argentina, asimismo, es de destacar, como la Embajada de los EE UU usa continuamente a este medio como fuente de sus informaciones (y viceversa). Yaciretá, que era noticia día tras día por aquel marzo del ’82 también era uno de los temas tocados en el paper donde revela por un lado el interés en favorecer contratos para las norteamericanas Allis-Chalmers y Westinghouse (ver imagen “Travel of Assistant Secretary Enders Overview of Argentina 3-3-82”) pero también, se buscaba que, la composición de la matriz energética argentina justifique asignar recursos a la hidroeléctrica en detrimento del presupuesto asignado a la Comisión Nacional de Energía Atómica. 
El 15 de marzo de 1982 La Nación titulaba a toda página “Presupuesto mínimo para energía atómica”. El vicealmirante Carlos Castro Madero salía en defensa del ente sosteniendo que “las obras de la represa Yaciretá y el plan nuclear argentino no deben considerarse competitivos sino complementarios y en consecuencia deben ser armonizados en el contexto del desarrollo eléctrico del país” y agregaba “algunos países de la comunidad internacional no parecen perdonarle a nuestro país su voluntad de autodeterminación en materia de energía nuclear, la Argentina ha expresado claramente su decisión de utilizar la energía nuclear exclusivamente para fines pacíficos, pero de ninguna manera se puede atar a ningún compromiso ni a ningún tratado” (ver imagen “15 de marzo de 1982, tapa La Nación”). La historia reciente demostraría cuantas guerras, invasiones, y saqueo de recursos a terceros países han pergeñado las potencias mundiales con idénticos argumentos, demás esta hablar del papel que jugaron los EE UU durante Malvinas, que mantuvo abierta la esperanza de una salida pacífica mientras la mayor flota que enviará Inglaterra desde la Segunda Guerra Mundial se dirigía a aguas del Atlántico Sur. Una vez que tomaron posición, en un atroz crimen de guerra, iniciarían la guerra lanzando tres torpedos al Crucero General Belgrano y provocando la muerte de 323 argentinos, cuando minutos antes Argentina continuaba enviando propuestas a Londres para una solución pacífica al conflicto. 

Terminada la guerra tendría lugar en la Argentina el triste proceso desmalvinizador y el gobierno radical cedería ante las presiones internacionales esgrimiendo el argumento falaz de que la Argentina era un país gasífero y que se debía emplear este recurso natural no renovable para satisfacer las necesidades energéticas y comenzaría el lamentable camino de desmantelamiento del sector y se paralizaría el plan nuclear “...el ascenso nuclear sufrirá un duro golpe a partir de 1983, cuando ingresó en un período de franco y deliberado retroceso. La Argentina “granero del mundo”, sumisa y dependiente, no necesitaba de la energía nuclear. El mismo día en que el vicealmirante Castro Madero anunciaba al mundo haber conquistado la tecnología del enriquecimiento de uranio (18 de noviembre de 1983), el gobierno radical ponía en marcha la infructuosa tarea de desmantelar el sector atómico argentino, tarea luego profundizada (y casi lograda) durante el gobierno de Carlos Menem con la Ley 24.804 de 1997 ...” (La gesta nuclear del nuevo Estado, Federico Bernal). Durante el gobierno de Menem se profundizaría la tarea de devastación de la industria argentina y de discontinuar su desarrollo científico-tecnológico, tras varios intentos fallidos de privatizar nuestra CNEA terminó dividiéndola en tres, la CNEA “Residual”, ARN Autoridad Regulatoria Nacional y NASA Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima. Tanta desidia y entreguismo no fueron suficientes, ahi estaba, todavía viva, la semilla plantada por Juan Perón y el General Savio, en agosto de 2006 el presidente Kirchner presentará el Plan de Reactivación de la Actividad Nuclear y luego Cristina Fernández ratificaría esta dirección al elevarlo al nivel de Política de Estado y al poner en el centro de los intereses nacionales el desarrollo de la Ciencia y la Tecnología.

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