Sobre llovido mojado, por Gustavo Casciotti

Los trabajadores y las pymes han transitado un año de claro deterioro. Los primeros han experimentado la pérdida del poder adquisitivo de sus ingresos, producto de una violenta devaluación, los aumentos de las tarifas de los servicios públicos y un incremento generalizado de los bienes y servicios cuyos valores se ha disparado por encima de los incrementos de los salarios. Obviamente debemos sumar a este cuadro los 127.000 trabajadores formales que perdieron su empleo y los cientos de miles que estando en el sistema informal se quedaron sin trabajo.

Por su parte las micro, pequeñas y medianas empresas, que dependen mayoritariamente del mercado interno, han recibido el impacto de la menor capacidad de compra de los asalariados y de los despedidos, que sumado al aumento de los costos internos, los tarifazos, el encarecimiento del crédito, la apertura indiscriminada de las importaciones de productos de elaboración local y la falta de flexibilidad de los planes de regularización impositiva, han experimentado la destrucción de su ecuación económica. Prueba de ello es el cierre de 5100 empresas, que constituye la pérdida de unidades productivas o comerciales que son ni más ni menos que fuentes laborales que desaparecieron.

En este marco el desafío de nuestra ciudad es desplegar políticas públicas que morigeren el efecto desvastador del modelo económico en curso y favorezcan el desarrollo de la industria como agregador de valor en origen, la defensa y creación de empleo y el apuntalamiento del mercado interno.

Sin embargo las decisiones u omisiones que la gestión de turno viene adoptando parecieran transitar el camino inverso. Desde la paralización del parque informático, la ausencia de un proyecto cultural, la falta de un plan turístico integral hasta las dificultades para la radicación de nuevas empresas en el parque industrial por falta de infraestructura.

Y como si esto fuera poco, sobre llovido mojado, ya que el 2017 despunta con aumento de tasas municipales, que constituye no sólo una afectación al bolsillo ya deteriorado del vecino sino un nuevo golpe a la actividad económica. Habrá menos dinero disponible para gastar en nuestros comercios, para contratar servicios, sin tener en claro la contrapartida. En definitiva menos consumo, que es la materia prima de nuestras pymes. Pymes que no pueden trasladar a precios los aumentos de costos porque quedan fuera de la competencia del mercado o se le desploman aún más las ventas, frente a un Estado municipal que aumenta sin competir en eficiencia ni importarle los costos sociales.