Las invitaciones son informales y no discriminan a nadie: se hacen por redes sociales y tienen un precio. Por lo general, los lugares no están habilitados y nadie controla la seguridad ni el ingreso de menores. Tampoco la venta de alcohol, porque de eso se trata, de beber sin límites hasta el amanecer. Ahora muchos jóvenes deciden autogestionar su propia diversión: organizan fiestas en quintas y casonas de la ciudad.
¿Qué las diferencia de los boliches tradicionales? En estos eventos no hay patovicas decidiendo quién entra y quién se queda afuera, ni restricciones para vestirse, corre alcohol libre, no existen los espacios VIP y hay muchos árboles para perderse en la noche.
Frente a esta nueva tendencia en la noche marplatense, Inspección General intensificó los controles. Y los resultados están a la vista: ya fueron suspendidas más de 15 fiestas privadas ilegales en lo que va del año en la ciudad. En promedio, la Municipalidad secuestra entre 70 y 100 litros de alcohol en cada evento, que generalmente se realizan en zonas alejadas de barrios residenciales.
La existencia de la entrada es la delgada línea que define la legalidad -o no- de la fiesta. "Un evento deja de ser privado cuando se constata el cobro de un ticket de ingreso. Además, estos sitios carecen de la autorización municipal y de Bomberos, y de la licencia que otorga el Registro Provincial para la Comercialización de Bebidas Alcohólicas. Si se da algo de esto, impedimos que se realice el evento", explica el titular de Inspección General, Eduardo Bruzzeta. Y agrega: "Una fiesta privada está permitida cuando concurren 30 o 40 amigos a una casa para un cumpleaños. Pero pasa a ser ilegal cuando se hace una convocatoria abierta a una fiesta para 300 jóvenes sin ningún tipo de control en la venta de alcohol y donde se producen ruidos molestos. En definitiva, está prohibido realizar un evento cuando no se respetan las normas de convivencia y cuando se desarrolla una actividad comercial en un lugar no habilitado".
Por decisión del gobierno bonaerense, los boliches están obligados a cerrar a las 5.30 de la madrugada (el horario se extiende una hora en verano) y las barras de los locales no pueden vender alcohol a partir de las 4.30. Así las cosas, los chicos elaboraron nuevas estrategias para "pasarla bien". No quieren atarse a la regla de la restricción horaria. Tampoco a la que regula la venta de alcohol. Y así nacieron -o se aggiornaron- las fiestas privadas. Los inspectores encargados de fiscalizar estos eventos se enteran por Facebook, blogs o fotologs. O también a través de los vecinos y las sociedades de fomento.
"Trabajamos mucho en la prevención para evitar que se hagan las fiestas. Es que una vez que empieza el evento, es más difícil suspenderlo porque se necesita una orden de allanamiento para ingresar a la vivienda. En el 90% de los casos no ingresamos a las propiedades", sostuvo Bruzzeta.
Unos 50 inspectores están abocados a los controles que se realizan diariamente con el apoyo de la Policía y Minoridad, que se ocupa de restituir a los menores a sus padres. Al detectar una fiesta clandestina, las autoridades labran un acta por ruidos molestos al dueño de la casona o quinta y el caso sigue su curso en el Juzgado de Faltas. Las multas son elevadas: van desde los $ 5.000 hasta los $8.000. En caso de que el propietario de la vivienda no pueda ser identificado, la multa se incluye en la boleta de la Tasa de Servicios Urbanos que llega bimestralmente al inmueble.
Un negocio redituable
Según cifras oficiales, en los últimos dos años y medio Inspección General disminuyó a través de los controles un 90% la organización de fiestas ilegales. "Las transgresiones a las ordenanzas municipales encontraron un freno institucional", remarcó Bruzzeta.
Detrás de las fiestas clandestinas se esconde un negocio redituable para los jóvenes que administran las barras. No son los únicos que sacan provecho: los dueños de quintas o casonas llegan a pedir hasta 7 mil pesos por fin de semana para alquilar sus propiedades para un evento de este tipo.
Lo cierto es que muchos jóvenes ya cambian los boliches por fiestas privadas. "Nos gusta bailar al aire libre, sin colas para entrar ni esperas en la barra -dicen-. Nos gustaría que todos los fines de semana haya alguna fiesta, con buena música, barra libre y sin patovicas".
Los canales de difusión de las fiestas en quintas son las redes sociales. Por Facebook anuncian el evento y en los fotolog cuelgan las fotos. "El ambiente es muy tranquilo, nadie va a bardear y casi todos se conocen. Lo que más nos gusta es que sale de la rutina del boliche, donde siempre terminás apretado entre la gente. En las fiestas privadas hay buena onda, no hay conflictos ni peleas, la música está muy buena y nadie te vigila. Todas las discos ofrecen los mismos servicios. Además, estamos cansados del tumulto, el maltrato y la discriminación", argumentan los jóvenes.
Suspensión y secuestro de 70 litros de alcohol
En el marco de un operativo de control realizado por la Dirección de Inspección General durante la madrugada del sábado, la Municipalidad suspendió una fiesta privada clandestina que se llevaba a cabo en la calle Rafael del Riego al 2300. Las autoridades incautaron 70 litros de alcohol y 50 menores que estaban en la fiesta fueron restituidos a sus padres. Al evento, que había sido organizado a través de la red social Facebook, se había convocado a unas 400 personas.
Del operativo, que fue encabezado por el titular de Inspección General, Eduardo Bruzzeta, también participaron inspectores del Departamento de Licencias de Alcohol, policías de la Distrital Sur, miembros del Departamento de la Niñez y Juventud y el Grupo G.A.D.
La organización de la fiesta fue realizada a través de Facebook, donde se convocaba a "traer su propia sustancia y lo que van a tomar". Bajo esta consigna, se esperaba la presencia de entre 350 y 400 personas.
El padre del menor que organizó el evento, ante la presencia de la policía, manifestó que la consigna no hacía apología al consumo de drogas sino que se refería a "otras sustancias como sal y pimienta".
Fuente: Diario La Capital
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