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domingo, 22 de julio de 2012

Evita: entre la mujer y el símbolo


Por Eduardo Anguita / Miradas al Sur

El 26 de julio se cumplen 60 años de la muerte de María Eva Duarte de Perón. Aquí se anticipa lo que será el programa televisivo Historia en debate (CN23, hoy a las 22), un homenaje a “esa mujer” –como señalara Rodolfo Walsh en su cuento– que revolucionó la sociedad argentina con su manera de pensar la realidad y de actuar sobre ella. Las voces de la actriz Esther Goris, del escritor Julio Fernández Baraibar y de los investigadores Marcela Castro y Roberto Vacca. También se reproducen fragmentos de los nuevos libros de Felipe Pigna y Norberto Galasso. Y la opinión del historiador Alberto Lettieri. Por eso, por Ella.

Entrevista. Esther Goris y Julio Fernández Baraibar 

Esther Goris es, sin dudas, la imagen cinematográfica más reconocida de Eva Perón. Julio Fernández Baraibar (político, escritor, periodista y guionista cinematográfico) es miembro fundador del Frente de Izquierda Popular que liderara Jorge Abelardo Ramos. Los dos tienen mucho para decir de quien cambió los destinos de la Argentina. Los dos, a su vez, fueron modificados por la vida y el pensamiento de “esa mujer”.


–Esther, ¿cuánto te cambió protagonizar a Evita en el cine?
Esther Goris: –Cambió la proyección de mi carrera como actriz y tuve la enorme suerte de encarnarla. Lo digo porque, en todo momento, las actrices de 15 a 70 años, y no sólo las argentinas, queríamos encarnarla. De modo que haber sido la elegida para ponerle el cuerpo a un personaje fundamental en el imaginario de todo un pueblo significó una gran responsabilidad. No tuve mucho tiempo para ensayar ser ella. Fue una película de escaso presupuesto que se rodó en cinco semanas. Y eso contribuyó a que me lanzara al abismo. Pero, claro, el personaje lo ameritaba.
–La figura de Evita, para vos Julio, que venís de la izquierda nacional, ¿es más fácil o compleja que otras del peronismo por toda la reconstrucción de su vida mitificada y más llevada a los sacramental que a lo político?
Julio Fernández Baraibar: –En las conversaciones que tuve con Jorge Abelardo Ramos, que fue en ese sentido el principal maestro, él tenía una alta estima de Eva Perón y comprendía, como pocos en la época, el valiosísimo papel que había jugado para la integración de las mujeres en la política. Digamos el papel igualitarista e incorporado que Evita había jugado. Él tiene una página extraordinaria donde cuenta la vida de esas mujeres de negro, que llegaban de las provincias a trabajar de empleadas domésticas en las casas y cómo Evita y el peronismo las lanza a las fábricas. Convierte a esas chicas con destino de sirvientas en obreras de fábricas, les da sindicatos, buenos salarios, aguinaldo, vacaciones. Dice Ramos que nunca hubo tantas mujeres rubias en la Argentina como cuando apreció Evita: todas las chicas que tenían buen salario podían y querían ir a la peluquería a teñirse para ser como ella.
–¿Qué se mira a la hora encarar a Evita?
E. G.: –En ese momento no había tanta documentación como ahora. Yo fui al Archivo General de la Nación y pedí que me pasaran todos los pedacitos de Sucesos Argentinos una y otra vez. Incluso hubo biógrafos de Evita que vinieron a conversar conmigo para saber datos de ella. Y también hablé mucho con algunas personas que estuvieron a su lado, como la enfermera que la cuidó en los últimos momentos. Pero el aspecto amoroso era una cuestión a decidir. Juan Carlos Desanzo, el director de la película, y José Pablo Feinmann, el guionista, lo habían dejado librado a nuestra voluntad. Había una cuestión importante a definir: ¿qué pasa con esta mujer y este hombre? ¿Evita lo amaba a Juan? Indefectiblemente sí, y eso era lo más importante para mí. Creo que fui lo bastante objetiva respecto de lo que siente una mujer con la que ya no tenemos oportunidad de hablar. Eva tenía un gran desamparo. Perón hace con Eva como hizo con su pueblo, se caracteriza por descubrir aquello que necesitan. Ése fue su gran talento. Y es esa sed de amparo de su pueblo que termina de convertirlos a ambos en quienes fueron. Hay un instante decisivo en toda pareja en la que el destino los define. Y Eva aparece en la vida de Perón en el momento exacto.
–Desanzo es un director que, en sus películas, se preocupa por las cosas del pueblo...
J. F. B.: –Desanzo es un gran arquitecto de la industria del cine. Logró hacer esa película de las dos grandes figuras del siglo XX con poco dinero y muchísimo talento.
E. G.: –No sólo eso. Vamos a develarlo, ya que nadie nos puede hacer ningún problema: esa película fue filmada uno a uno. Es decir, como no había dinero para celuloide, cada toma que se filmaba quedaba y no había lugar a errores ni a repeticiones. Además, él dijo: “Yo elijo a quienes creo aptos para hacer los personajes. No los dirijo”. Era mentira, claro, porque si bien no nos dio indicaciones todo el tiempo, preparó todo el terreno para desarrollarnos.
–¿Tuviste trato con Feinmann?
E. G.: –Ahora somos amigos, antes no. Recuerdo que él llegó con su mujer, María Julia Bertotto, a la filmación y yo estaba desesperada. Ya había rodado casi toda la película y lo vi y lo saludé con mucho respeto y admiración. Pero me puse tan nerviosa pensando que había estado mal que le dije: “Ay, Feinmann, me saludás porque no viste cómo te hice mierda esta película”.
–Julio, con el libro de Jorge Coscia y la película de Paula de Luque volvieron a escena las figuras de Perón y de Evita.
J. F. B.: –Volvieron en momentos en que el pueblo argentino vive jornadas como las que vivieron Perón y Evita en la década del ’50. Es evidente que hay una gran pasión de las nuevas generaciones por conocer la figura de ambos personajes. Lo interesante de la novela de Jorge Coscia y la película de Paula de Luque es que toma la parte no histórica de Juan y Eva. Uno dice que la historia comienza el 17 de octubre de 1945, cuando se hacen públicos y dirigentes de un proceso transformador, pero esa parte secreta que narraron en la película es muy linda porque es una forma de encarar la intimidad no conocida.
E. G.: –Debo decir que Julieta Díaz encarnó muy bien el personaje. Es la Eva antes del poder, la que no estaba tan segura de sí misma. Sucede con la inteligencia más o menos lo mismo que con la belleza: una mujer que se cree bella termina siéndolo y una mujer o un hombre que se siente inteligente termina por tener algún acierto. Evita reconocía su belleza, pero no le sucedía lo mismo con la inteligencia. Tal vez por su origen, se sentía varios escalones más abajo quizá de lo que debía representar. Proviene de una clase social que estaba habituada a que vinieran los de arriba a decirle qué hay que pensar, cuál es el buen gusto.
–Pensemos cuántas figuras del siglo XX patrtieron desde abajo y llegaron a jugar en las grandes ligas de la política...
J. F. B.: –Es interesante. Hay una novela de Manuel Puig, Boquitas pintadas, emblemática. Yo tengo la sensación de que Evita es una de esas chicas de las historias de Puig. Esas mujeres de mediados del siglo XX tenían un único objeivo, el matrimonio. Y si fracasaban porque el candidato no era todo lo exitoso que se pensaba, la vida se convertía en una derrota cotidiana. Del seno de esas mujeres simples, de pueblos pequeños como era Junín, salió esta Evita que, de alguna manera, se parece a nuestras madres.
E. G.: –Yo no coincido con esa visión, quizá demasiado masculina y muy argentina. Me parece que Eva Perón no se parecía a ninguna madre de aquel momento. Mi madre fue mucama y mi padre estibador. Mi madre tuvo un gran coraje pero Eva tuvo uno superior a todas las mujeres, excepción de una que ahora está presente, y fue el de construir su propio destino. Sobre todo cuando el destino le marca que tiene que hacerse cargo de un pueblo.
–Eso que decís me recuerda a las cartas del Che Guevara a su madre. Allí uno se encuentra a un pibe de barrio. Y años después, cuando lo vemos en Cuba o en África, es notorio el cambio del hombre que camina alzando pueblos...
E. G.: –Seguro. Es el mismo paso de aquella niña de 14 años, que quería ser famosa, actriz, a la mujer que acepta el papel que Perón comienza a otorgarle y luego brinda ese salto gigante. En ese cabildo abierto del 22 de agosto, donde un pueblo entero le pide la vicepresidencia, aunque sabe que había grandes intereses para que no lo fuera, ella contribuye con su acto. Sabemos, hoy, que el juego en la pareja era un gran silencio. Perón elegía el silencio y Evita hacía lo que podía. O, mejor dicho, lo que ella pensaba que Perón otorgaba con ese silencio aunque no siempre lo hiciera.
–¿Qué tenía Evita para ser la gran comunicadora que fue? Perón dice que asumió con toda la prensa en contra, pero la prensa no eran todos los medios.
J. F. B.: –La prensa escrita estaba en contra. El cine era la otra gran herramienta.
–Ellos era los dos grandes protagonistas de esos nuevos escenarios de los medios de comunicación.
J. F. B.: –Sobre todo Eva, que tenía un alto grado de representatividad. Las mujeres humildes se sentían representadas y expresadas por esa mujer. Ella sabía usar esa sensación de representatividad. Además era actriz. Creo que ella se ponía en un lugar expresando un personaje histórico.
E. G.: –Pero también en algún momento se alude a Perón como el macho de Eva Duarte, como el que la domina.
–Claro. No Evita como la mujer de Perón y Perón el primer actor, sino a la inversa. Se dio una situación muy particular con las figuras de Néstor y Cristina. Algo que va más allá del sexo.
J. F. B.: –No tiene que ver con la relación personal de ellos dos sino con la política. Creo que Evita fue creada, en cierta manera, por Perón. Nada de lo que hacía, creaba o conducía Evita estaba hecho sin la anuencia de Perón.
E. G.: –Yo diría que Penélope teje porque Ulises tarda en volver. Esa trama del tejido de Penélope es porque Ulises está viajando. Creo que hay ahí una historia entre Eva y Perón y también entre Néstor y Cristina.
–Hoy estamos en un terreno más árido pero en democracia. ¿Estamos a la altura indicada para transmitirles a los jóvenes con rigor histórico y con pasión, con equilibrio, la figura de Evita o ellos tienen que reconstruirla y descubrirla?
J. F. B.: –Creo que ese camino son las dos vías. Si tomamos la experiencia de mi generación, a los 17 años nos hacíamos preguntas y salíamos a buscar respuestas. Y encontramos respuestas en la generación que nos antecedió, en libros que nos permitieron comprender. Y eso es lo que está pasando en estos momentos. Aquí hay toda una generación que accede masivamente a la política con la desaparición física de Néstor Kirchner y que sale a la búsqueda de respuestas. Y elaborarán una nueva manera de pensar la Argentina.
E. G.: –La nueva incursión de los jóvenes en la política tiene que ver un poco con lo que prometió la Presidenta y cumplió: la revolución cultural y poner la política sobre la mesa. Todas las otras bondades son hijas de eso.

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